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Cuevas del Diablo y Rey Garadén en Alcalá del Júcar

Las cuevas del Diablo y las del Rey Garadén forman en la actualidad un conjunto unificado de turismo troglodítico dentro del casco urbano de Alcalá del Júcar, pero no siempre fué así ya que antes de su unión por su actual propietario, Juan “El Diablo”, estaban bien diferenciadas entre sí.
Alcala del Jucar-Cueva del diablo
Actualmente se encuentran conectadas por túneles y una gran escalera excavada en la montaña hasta lograr su conexión entre ambas.
Mientras que la cueva del Rey Garadén se cree que es de origen Íbero, por los distintos vestigios que podemos observar en sus pesebres y caballerizas, las del Diablo son de mas reciente construcción, dedicadas a corrales, alacenas y palomares,  y que en la actualidad componen los distintos habitáculos que pueden disfrutar los numerosos turistas que las visitan, y que dentro de las mismas a parte de su pequeño bar y una gran sala de Karaoke pueden ver infinidad de objetos antiguos recuperados por su dueño y un sinfín de fotos y recuerdos de las distintas personalidades ó famosos que las han visitado.
Alcala del Jucar-Cueva del diablo
Las cuevas del Rey Garadén, como anteriormente dijimos, son de origen Íbero, del siglo XIII aproximadamente, después fueron árabes antes que romanas hasta que pasaron a pertenecer al Marquesado de Villena.
Eran las antiguas caballerizas donde pasaban las noches los animales para alimentarse y descansar. En otros tiempos, por su altitud y excelentes vistas al río Júcar, fueron puestos de centinelas y control de aduanas para recaudar los impuestos de los que querían cruzar el río y pasar a la otra parte.
Alcala del Jucar-Cueva del diablo
Desde esta parte se ve la Hoz del Bolinche de Manazas, una de las tres que tiene el río en esta zona, junto a las Hoces de La quebrada y El Puntal, donde podemos observar unas vista muy bellas del Río Júcar a su pase por Alcalá del Júcar.

Supersticiones en Alcalá del Júcar

Supersticiones en el pueblo de Alcalá del Júcar
Pese a que mucha gente considera las supersticiones como hijas de la ignorancia y el analfabetismo siempre hemos creído que, por el contrario, son restos de antiguas creencias motivo por el cual, si no hay que fomentarlas sí al menos conservarlas en la memoria colectiva como restos del pasado. En lo que respecta a este tema, si la ingenuidad era lacra común de los tiempos pasados en toda España, no se iban a librar de ello las gentes de mi pueblo, casi arrinconadas en una geografía hostil y poco comunicada con el exterior.
Ermita en Alcalá del Júcar
Propiamente dicha, nunca ha existido la alquimia, el ocultismo o la parapsicología en general y tan solo la necesidad de remediar numerosos males ha hecho a los alcalaeños el recurrir a personas supuestamente diestras en los diversos menesteres del curanderismo.  Sin el menor asomo de brujería; algo con lo que se ganaban parte de su escaso condumio algunas personas a las que se tenía por doctas en el arte de la sanación. En realidad, verdaderos curanderos no los han habido nunca en nuestro pueblo, al menos en lo que va de siglo, pero no han faltado hombres y mujeres a los que se acudía buscando remedio. Lo mismo que, no hace muchos años, aún iban algunas gentes a ver al curandero de Alatoz para buscar remedio contra sus recalcitrantes males; siempre resultaba lo mismo, “o macho o hembra”, generalmente “hembra”, por desgracia; es decir, que lo que la ciencia no había podido curar, no había curandero eficaz para ello.
El caso es que el afán de mejorar, básicamente en salud, llevaban a muchos vecinos a buscar aquellas personas que realizaban estas prácticas; generalmente eran enfermos, ya que no faltaban en nuestro pueblo los que creían a pies juntillas en la virtud de cierta “gracia” entre los que “habían nacido con manto” para menear las tripas de los colicosos (de estos meneadores hemos tenido buena muestra en La Giía) o las torceduras de pies y manos hasta hacer desaparecer el dolor o encajar los huesos en su sitio.
Como ya hemos dicho anteriormente, el mejorar en salud era el motivo principal que llevaba a los alcalaeños a visitar a los curanderos, motivo por el cual es en el campo de la “medicina”, donde exista el mayor número de remedios. Uno dé los mayores problemas suele ser el ahuyentar el “mal de ojo”; en este aspecto cabe decir que chiquillo que agarraba fiebres, resfriados, meningitis, “garrotillo”, o cualquier otra enfermedad hoy fácilmente curable, es que le habían hecho “mal de ojo”; no obstante, y pese a la peligrosidad del caso, se podía respirar tranquilo, ya que había personas que lo contrarrestaban, ya fuera con una gota de aceite, con la prenda del niño o, incluso, con solo unos pelos del crío. Para deshacer él entuerto también había otros titos de tipo cabalístico-rogativo que lograban una de estas dos cosas: o curaba al chiquillo por “haber llegado a tiempo” o moría “porque el ojeo maligno había profundizado demasiado”. De estos ojeadores no he conocido ninguno en nuestro pueblo, por lo que los padres del maleficiado iban a otros lugares con faina en esta curación. ! .
Ya en el año 1929 el médico de Bonete, don Manuel Verdej o, enumeraba las características que presentaban los que producían el mal de ojo destacando, entre otras, el que si miraban a un homo encendido, se apagaba, si lo hacían a la mesa para fabricar el pan, se suspendía la fermentación, si miraban a un niño, enfermaba, etc. Según él, y atendiendo a determinadas señales, se podría reconocer a los que aojaban, motivo por el cual en los puebíos se intentaba descubrir a los causantes del mal. Una vez designados (generalmente, la “cualidad” recaía sobre personas que poseían algún defecto físico o mental que las hacía poco gratas a la comunidad) se les evitaba. El autor ve el mal de ojo como reflejo de la envidia, la discriminación y la desigualdad social. No obstante, y como en tantas otras creencias, hay variaciones de una zona a otra. En nuestra comarca, por ejemplo, quien produce el mal de ojo lo hace de forma involuntaria, motivo por el cual es imposible reconocer al supuesto culpable, excepción hecha de los gitanos, los cuales lo podían producir de forma voluntaria.
Las propiedades curativas que tenían algunas personas también las vemos reflejadas en la curación dé la hernia infantil (niños quebrados), que es la otra gran enfermedad. Para curarla había que esperar al día más milagrero, que es el de San Juan, el cual cura numerosos males. Para realizar tales curaciones, esa noche, una pareja que celebre su onomástica eñ susodicho día (Juan y Juana), tomaban al niño herniado y se lo pasaban de una a otra a través de dos ramas de higuera al tiempo que recitaban algún rezo o sortilegio.
En cuanto a males más mundanos destaca, entre todos, la curación de las verrugas. En —este aspecto podemos decir que hoyen día, en nuestros pueblos, él qué tiene vengas es p quiere, ya que para eliminarlas hay todo un sinfín de remedios, tales como restregárselas con unas cuantas hierbas el día de San Juan, antes de que salga el sol. También da buen resultado el llenar de sal la concha de un caracol y tirarlo a un pozo, aunque teniendo la precaución de salir corriendo, pues si se oye llegar al fondo no dará buen resultado. Otra variante de esto mismo, es atarle los cuernos al caracol y tirarlo al tejado. En cambio, una cosa que nunca deberá hacerse es contar las verrugas que tiene otra persona, pues de lo contrario, le saldrán al que las haya contado. Si, cosa rara, ninguno de estos remedios causa el efecto deseado, no hay que preocuparse, ya que basta salir a las afueras del pueblo y en avistando una retama, se le hacen tantos nudos como verrugas se tienen. Conforme se vayan soltando los nudos se irán yendo las verrugas.
Por su parte, los orzuelos se curan pasándose una llave hueca por el ojo y, si esto falla, otro remedio es el de hacer un montoncillo de piedras a la orilla de cualquier camino; cuando alguien pase por allí y lo derribe, el orzuelo desaparecerá. Cualquier descalabradura se cura con unas simples telarañas, mientras que el empacho se cura si un mellizo le pone la mano en la tripa al enfermo durante algunos minutos.
En realidad, siempre habrá gentes un poco “orejitiesas” ante el salero que se vuelca, el paraguas o la silla que dan vueltas, el martes y trece o el cristal que se rompe. Nadie les quitará de la cabeza que cortarse las uñas en días que llevan la letra “r” ocasiona padrastros. Modernamente, hay quien usa pulseras de metal para curar el reuma, o se pasan una alpargata caliente (que ya casi no existen), para el dolor de tripas
En el aspecto culinario, y aunque no se sabe para qué, hay gente que se coloca en la frente la punta del pepino que no haya estado en contacto con la mata. También debe evitarse el hacer mahonesa delante de un hombre pues, de lo contrario, ésta se cortará irremediablemente.
En cuestión de luchar contra el mal tiempo, los elementos y las malas nubes, no había cosa mejor que sacar de su largo letargo al santo de tumo, para que puesto en las eras, evítase la catástrofe en cuanto se aproximaba un nublado. No sabemos en qué consistía su fuerza ante los desatados elementos; el caso es que llovía o apedreaba, o a lo mejor, se paralizaban las nubes, aunque mucho nos tememos que sin tener en cuenta a las impertérritas estatuas. Para evitarse esto, también solía sacarse al santo al comienzo de la temporada agrícola, habiéndose recurrido incluso, hace unos siglos, a verdaderos “profesionales” y así vemos que, en 1752, ya se pagaban doscientos reales “al que predica la pasión y conjura las malas nubes”. Hasta hace poco, también era frecuente encender un cirio para conjurar el riesgo de pedrisco.
Por nuestra parte, también hemos conocido la existencia de uno de los personajes más típicos dentro del campo de la superstición, los zahones, los cuales creían adivinar sin el menor conocimiento de geología o radiéstesia, las corrientes de agua subterráneas para señalar y abrir pozos, o hasta encontrar tesoros escondidos.
Y así muchas cosas más, reminiscencias de un pasado demasiado oscuro y profano, que nos hacen pensar en que la ilusión y la esperanza no tienen lógica, pues hasta cierto punto es natural que se busque el alivio de males cuando uno se hace la cuenta del “perdió”.
Aunque se aparta del tema de las sanaciones, aunque no de las supersticiones, cabe destacar que, la noche de San Juan (ya mencionada anteriormente), está cargada de secretos y misterios; una costumbre de ese día es la de evitar encantamientos. Por tanto no debe pasarse por ciertos lugares porque en ellos habita alguna persona encantada que este día sale, y que el día de San Juan, único de todo el año que sale de su aposento, va en busca de alguna persona para transmitirle su encantamiento y así poder ella deshacerse del mismo. Si alguien la ve y sin darse cuenta conversa con ella, queda encantado para siempre.
Tan tenebrosa como la anterior es la “Niña de los Peines”, que con su aspecto bondadoso nos invita a ser peinados por ella, cosa que aprovecha para clavar el peine en la cabeza del ingenuo viandante; sin embargo, esta ya era más fácil de esquivar, pues tenía su habitáculo en el llamado Huerto de Malmira (Las Eras), en la cueva que hay frente al camino actual. Ni que decir tiene que esta leyenda tenía como motivo asustar a nuestros abuelos, lo cual era fácil de lograr incluso hoy en día, pues este solitario paraje, una vez oscurecido, amedrenta al más valiente.
Para terminar, y aunque no es propio de este apartado, tal vez habría que hacer aquí una pequeña mención a las prácticas de brujería. En realidad, no creemos que haya habido brujas en nuestra comarca en ningún momento de la Historia, aunque sí creencia en ellas. En este aspecto cabe destacar que, en Casas de Ves, existía la tradición de que las brujas dé la localidad se reunían en auténticos aquelarres los martes y sábados en el llamado Collado del Colmenar, ni que decir tiene que los niños que naciesen en ese momento serían bizcos y desgraciados. En este pueblo se cantaban unas coplas referidas a estas hechiceras:
‘Tres en La Balsa dos en La Pared y la capitanilla en Casas de Ves”
En realidad, esta copla es semejante a las existentes en otros pueblos de la región pero cambiando los nombres de los lugares.
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La Iglesia de Alcalá del Júcar

La iglesia de Alcalá del Júcar
La comunidad rural medieval estaba íntimamente vinculada a la parroquia, por lo que se puede deducir que desde el primer momento de la estabilización del dominio cristiano existió un lugar para el culto: la iglesia parroquial. Las nuevas poblaciones cristianas necesitaban para el ri­to las construcciones de templos, que debieron de ser humildes necesariamente dada la escasez de medios económicos de los que se disponía en un principio.
La iglesia de Alcalá del Júcar en el entorno rural
Como es lógico pensar, y en cuanto a la documentación existente, nada podemos aven­turar sobre la primera iglesia con la que debió contar nuestro pueblo tras la invasión cristiana, ya que la ausencia de información en lo referente a este punto es total.
Tras la conquista, el pueblo se ubicó, según las crónicas, en la zona alta de la peña, jun­to al castillo, por lo que las primeras referencias nos llevan a aquel lugar. En cuanto a este em­plazamiento, es en las Relaciones Topográficas de Felipe II (1579), donde se dice que “…esta Vi­lla tiene vn castillo grande el qual esta fundado sobre vna peña muy alta (…)yjunto al dicho castillo en la dicha peña ay vn espagio de tierra como vna plaza grande donde antiguamente bibia el dicho pueblo e agora no ay mas de los gimientos e la yglesia…”. En realidad, esta primitiva iglesia, que estaba bajo “…el Nombre de las benditas animas…” ya no funcionaba en tiempos de FelipeII ya que, a principio de ese mismo siglo, se había incendiado[1] motivo por el cual se consiguió permiso “del Sumo Pontífice” para edificar un nuevo templo sobre la “Hermita de Santa Quiteria, en una punta de piedra que sirve de falda al peñón de dicho castillo la que vate las aguas, del citado Rio Jucar. Este permiso se obtuvo en tomo al año de 1525 y aunque ignoramos el motivo por el cual fue elegido San Andrés como nuevo patrón de la iglesia el caso es que, desde muy pronto, entre sus tesoros se encontraba “Un relicario con la reliquia de Señor San Andrés Apóstol, con su cinta y su autentica de Roma”[2].
En cuanto a este nuevo templo parroquial, que es la actual iglesia de San Andrés Após­tol, podemos decir que se levanta en la calle del Pósito, coronando el alto de una empinada calle, la Cuesta Hondonera. Como bien especifican las crónicas, distaba 22 leguas de la ciudad de Murcia, lugar donde residía el Obispo de Cartagena.
La iglesia de San Andrés de Alcalá del Júcar
En lo referente a su arquitectura, la iglesia alcalaeña es sólida, de bastante mérito y en su construcción se han empleado sillares gruesos, con lo cual se consigue que los muros sean ro­bustos. Tiene dos puertas de entrada formadas por arcos de medio punto. La principal da a la Cuesta Hondonera y la otra a la ya mencionada calle del Pósito. A la salida de la puerta principal se halla el pretil, que es una pequeña explanada con bancos y una pequeña fuente.
El templo tiene planta de cruz latina, es decir, formada por una nave central y un cruce­ro, siendo su cabecera plana. Las naves que forman la iglesia están cubiertas con bóvedas de ca­ñón, es decir, de sección semicircular. Estas bóvedas de cañón, se construyen con series de arcos de medio punto, pero el gran peso de la bóveda y su carácter macizo, requiere unos reforzamien­tos internos y otros externos. Los refuerzos internos están formados por arcos transversales que en arquitectura se denominan arcos fajones, los cuales se prolongan hasta el suelo a modo de co­lumnas semicilíndricas adosadas a la pared. Los refuerzos externos, están formados por muros gruesos y los denominados contrafuertes, que son unos machones salientes en el paramento del muro.
 


[1] Sobre las ruinas de esta antigua iglesia, sita en el castillo, se edificó posteriormente la ermita de San Blas.

[2] Listado de propiedades de la parroquia de Alcalá del Júcar en 1769.
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Las Ermitas de Alcalá del Jucár-Parte 1

Ermitas en Alcalá del Júcar.
Tradicionalmente, el alcalaeño ha sido una persona apegada a la fe de sus mayores. Esto se ve no solo a través de la participación en los distintos actos religiosos, sino también en la construcción a lo largo de los siglos de diversas ermitas. Por desgracia, hoy tan solo unas Cuantas perviven de entre las más de diez que han existido en la historia de Alcalá del Júcar.
Fiestas de Alcala del Jucar

De todas ellas, la más importante fue siempre la de San Lorenzo Mártir, que se encuen­tra a la derecha del río, en su parte superior y al Oeste de la población, de la cual dista 3 kms. Consta esta ermita de una sola nave cubierta con bóveda de cañón, aunque las pilastras que con­forman el templo la dividen en 3 tramos, los cuales presentan bóvedas de arista.

Según consta en una inscripción del edificio, en el año de 1804, y para darle mayor or-

nato, fueron pintadas sus paredes con ángeles, figuras alegóricas a las estaciones del año y algu­nas escenas con personajes entre las que desteca una donde aparece el santo dando limosna a los pobres. En las pechinas, que se encuentran bajo la cúpula, fueron pintados San Agustín, San Jerónimo, San Gregorio Magno y San Buenaventura santos todos ellos, a decir verdad, sin relación directa con nuestro pueblo[1]. También aparece una inscripción donde, transcrito, puede leerse: “Se pintó esta capilla y retablo siendo Obispo de Cartagena el Ilustrísimo señor don Bictorian López Gonzalo, cura de la parroquial de Alcalá el licenciado don Juan Estevan Zev- rian y mayordomos administradores de esta milagrosa imagen de San Lorenzo don Antonio Garda Flores, teniente de dicha iglesia, con Pedro Ximenez. Año de 1804?
 


[1] No obstante, ao es meaos cierto que si cambiásemos a Saa Buenaventura por San Ambrosio, estarían representa­dos ios cuatro Padres o Doctores de la Iglesia latina.
La primera mención a este lugar aparece en las Relaciones Topográficas de Felipe II (1579), al decir que “…esta Villa tiene una hermita que se llama de San Lorenzio una legua desta Villa en la rribera del rio Xucar la qual es muy antigua que no hay memoria cuando se hizo y es casa de mucha deboción”.
A esta gran devoción, y si revisamos los textos antiguos, nos damos cuenta de una gran paradoja y es que, al contrario de lo que pudiese parecer, esta ermita se caracterizó por la dejadez de la que hizo siempre gala; así, en 1650, en una visita pastoral se dice que “…la hallo muy indecente (…) y sin ornato alguno y con un retablo de pincel muy malo y de imágenes y de figuras muy in­decentes y su altar sin ornato algunodándose la or­den de que se reparen tales deficiencias. Desgraciada­mente, no hubo tales arreglos, ya que en la visita pastoral de 1677 se redunda en dicha idea al decir que pesé a la gran devoción que hay por el santo, “...dicha Hermita no esta con la dezencia que pide Santa debodón y esta ne­gligencia a sido Causada de no tener persona que cuide del Monumento de dicha Hermita…”, En estado tan las­timoso no es de extrañar que, pocas décadas después, se hundiese parte del templo, por lo que en 1742 fue repara­da por el cura de Alcalá, don Juan Manuel de Pelegrina y Ruiz, subiendo el montante total a la cifra de 1.000 re­ales.
Ermitas de San Lorenzo
Ya en 1786, se añade que está ubicada “...Rio arriba a la distancia de 3 quartos de le­gua Dedicada al Señor San Lorenzo Mártir patrón de esta Villa a quien se consagran a diez de Agosto unas plausibles fiestas que las hacen memorables las muchas gentes quebienen a ob­sequiar al Santo por sus muchos milagros que obra con sus debotos”. Además de ser el templo donde se guardaba al santo, en aquellas épocas también “.„sirve de parroquia á los caseríos de aquellas inmediaciones”.
Pese al fervor por el santo patrón, el estado de su ermita fue nuevamente descuidándose motivo por el cual hubo de ser restaurada interiormente entre 1994 y 1999, recobrando así el
magnífico aspecto que tuvo antiguamente[1]. Por desgracia a este deterioro del tiempo, hubo que amadir actuacióñés ’tah funestas como lálleváda á cafo donde se sustituyó eí
retablo de madera que contenía a San Lorenzo por otro en piedra realizado por la escuela-taller del pueblo, aunque de gusto bastante más que dudoso.
 


[1] El proceso de recuperación fue dirigido por la restauradora Momo Makino.
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Alcalá del Júcar y La agricultura de secano

La agricultura de secano 1ª parte.
Uno de los productos que siempre contó con el beneplácito de los alcalaeños fue el vino. Hoy en día, gran parte de la superficie agrícola está dedicada a la cosecha de la uva. Tal es así, que casi nos parece imposible que esto no haya sido siempre de la misma manera y aunque siempre se ha producido vino en nuestra comarca, su importancia varió según la época.
anejos de Alcala del Jucar
Aunque está muy documentado el aumento del viñedo durante el siglo XVI, debido al incremento de la demanda y a la subida de sus precios, de 1579 es una cita donde, e1 hablar de nuestro pueblo, se dice que “…y tiene esta Villa en el dicho rrio una legua de largo a la parte de arriba hansi a do el sol pone de viñas y arbolescomo podemos apreciar, entonces era un producto de regadío motivo por el cual no podía dedicársele excesiva superficie. También Jor- quera, por aquellos mismos años nos cuenta que “esta tierra es muy buena para labores en la qual se coje muncho cria yervos ay genteno y mancho vino y bueno todo”.
Alcalá del Júcar depende, según el Catastro Vitícola y Vinícola de la Provincia de Albacete, de la denominación de origen “Manchuela”, la cual acoge a 27 pueblos y una superficie de 30.535 hectáreas, aunque como dice Rafael Chirbes, “Entre Utiel-Requena y Álmansa se encuentra la Manchuela, la zona productora de vinos más indecisa para proteger su nombre pues desde hace muchos años ha tenido concedida la Denominación de Origen a titulo provisional y jamás la ha consolidado”.
La viticultura está extendida por todos los municipios, elaborándose la producción (más de un millón de hectolitros de vino anuales) por numerosas cooperativas e, incluso, bodegas particulares. La comercialización es, sin embargo, muy deficiente todavía, ya que las embotelladoras son muy escasas. A pesar de existir una denominación de origen Manchuela, los resultados económicos derivados de este valor añadido son bajos por una evidente falta de promoción.
La elaboración de los vinos se realiza, básicamente, con uva de las variedades, Bobal blanco, Airen, Pardilla, Verdoncho y Macabeo (blancas) y las tintas Bobal, Cencibel, Moravia, Garnacha, Marisancha, Rojal y Morastel.
Por otra parte, el olivo se cultiva muchas veces asociado al almendro los cuales, muchas veces, arruinan sus cosechas a causa de las heladas tardías. La clase de terreno empleado en los olivos y los almendros, muchas veces, es de la peor.
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Barrancos y ramblas en Alcalá del Júcar

Los barrancos y ramblas de Alcalá del Júcar.
Barrancos y ramblas de Alcalá del Júcar
Los distintos barrancos, cañadas, etc., que hay en el municipio y que en caso de lluvias to­rrenciales se comportan como verdaderos ríos, multiplicando el cauce del Júcar. Casi todos se si­túan en la parte Sur del término. Entre los más importantes, y de Oeste a Este, destacan:

Arroyo de Abengibre: pese a llamarse así, viene desde la provincia de Cuenca. En Iniesta se junta el arroyo de su mismo nombre con el de la Granja, y una vez juntos, corre hasta Ledaña, donde este se junta con la Cañada del Carrascal, formando ya uno solo que se llama Ca­ñada del Cardeal y que tras pasar por Cenizate se junta con la Rambla del Villaideras (junto a Fuentealbilla) cambiando su nombre por el de Arroyo de Abengibre. Entra en el río por su iz­quierda, siendo el de más largo recorrido dé cuantos entran en el Júcar por nuestra comarca.
*                       Rambla de San Lorenzo: forma un enorme barranco al juntarse con la Rambla del Charco, la Rambla de Peñarrubia y la Cañada de la Gitana. Desde que se inicia cerca de la Casa de la Gobernadora hasta que desemboca en el Júcar, junto a la ermita, tiene un recorrido de casi 20 kms y aunque siempre está dentro de nuestro término municipal marca, prácticamente, la di­visoria entre nuestro pueblo y los términos de La Recueja, Alatoz y Carcelén.
*                       Valleio de la Madriguera del Rabote: se inicia a los pies del Corral de Perico Huerta, juntándose después con el Vallejo del Zoquete, el cual nace a los pies de Peñarrubia. Una vez juntos, pasan por entre la Casa de Piqueras y el Cerro Pelado para ir a desaguar al río.
*                       Valleio de la Noguera: afluye al río tras juntarse con la torrentera del Corral del Cabo y el Cañizo del Aguilucho.
*                       Barranco de la Cueva del Gorrino: se hermana con la Cañada de los Valles a los pies del Cerro del Cabezo y, tras fundirse con el Barranco de las Cañadillas, corre hacia el Júcar.
También son de destacar los barrancos de tipo más “casero” pero no por ello menos pe­ligrosos, tales como la Cañada de Dominguillo o el Barranco del Lobo.
Amén de estos temporales cauces, también habría que añadir para comprender las inun­daciones del río, todos aquellos desfiladeros, vaguadas, quebradas, etc, que pese a situarse en otros términos o provincias, vierten sus aguas al Júcar motivo por el cual se convierte, en deter­minadas époeas, en un río devastador.
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Alcalá del Júcar y sus juegos infantiles (1)

Juegos infantiles.
Juegos de Alcala del Jucar
Hay que recordar que los juegos infantiles son un capítulo importante de la crianza; de hecho, el ejercicio recreativo es una función inherente al hombre y, sobre todo, al niño, no some­tido todavía a la servitud del trabajo. El juego es una comunicación que incluye una interacción cultural recíproca: el niño se manifiesta, y el entorno no sólo le influye sino que le condiciona. Por eso cada pueblo, cada comunidad diferenciada, tiene sus propios juegos infantiles. Entre los juegos infantiles que más han llenado las horas de ocio de los niños alcalaeños podemos citar los siguientes:
El aro: este juego consistía en coger un palo con la mano y golpear con él un aro[1]. Aunque pa­rezca fácil, no lo es tanto, pues no todo se reduce a hacer rodar el juguete, sino que se debe tener cierta maestría para doblar una esquina, dar la vuelta, etc.
Coger pájaros: para coger pájaros, se usaban dos métodos: la liga y el tirachinas. Para hacer la li­ga, se ponía a calentar en un recipiente (bote por lo general) un tipo de suela de goma que deno­minábamos “crepé”. Una vez derretida ésta, se coge un mazo de esparto y se cortan ambos ex­tremos hasta que queda de una longitud suficiente. Acto seguido se introduce uno de los extre­mos en el líquido y al sacarse, se divide en dos mazos más pequeños, restregándose éntre sí las puntas de los ramos para que queden mejor impregnadas. Una vez hecho esto, se vá al sitio ele­gido y se clava el esparto alrededor de algún charco en el que suelen beber los pájaros. Cuando éstos van a beber, quedan pegadas sus alas con el esparto y éste les impide volar, con lo cual, so­lo hay que ir a recogerlos. Por cierto, qué cuando éramos crios, en Las Casas del Cerró había un método que creíamos infalible para saber el sexo del animal, lo cual es muy importante ya que, como todo el mundo sabe, las hembras no cantan Este método consistía en coger al pájaro por el pico con los dedos índice y pulgar, recitando a continuación:

“Si eres macho tente pacho, si eres hembra revolotea”.



[1] El aro solía ser de metal (si salía de algún tonel viejo) o de madera (si salía de alguna cuba de sardinas).
Ni que decir tiene que, el pobre animal, en cuanto sé veía libre excepción hecha del pico, comen­zaba a batir sus alas como un desesperado, motivo por el cual muchos de ellos fueron encasilla­dos en el sexo contrario al que realmente les correspondía.
El otro medio de cazar pájaros, es el tirachinas. Este consiste en una horquilla hecha preferentemente con madera de olivo o alatonero, á la cual se le ata en ambos extremos superio­res una tira de goma que casi siempre suele salir de la recámara de alguna rueda de bicicleta. Una vez hecho esto, ya está construido el tirachinas y sólo resta poner una piedra del tamaño conve­niente en mitad de la goma y tirar hacia atrás. Cuando esta se encuentra tensa, se suelta y la pie­dra sale disparada hacia el blanco.
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Alcalá del Júcar y el "Camino Real"

El Camino Real en Alcalá del Júcar
Debido a su cercanía con el antiguo Reino de Valencia, por Alcalá del Júcar pasaba el llamado “Camino Real”. Este camino venía de Castilla y, ya en nuestro pueblo, cruzaría el puen­te romano, para seguir, con toda probabilidad, por la Cuesta Hondonera y las actuales calle del Pósito, calle Carnicera, calle del Castillo, calle del Capitán González, calle Desamparados, calle Asomada, camino de los Porches, Fuente Nueva, San Cristóbal, Fábrica de ios Vicentes, etc.

El Camino Real a su paso por la casa rural La bodeguilla en la calle asomada.

Es­te camino pasaba por el Cabezo Gordo a dar a la villa de Ayora que era el primer lugar del Reino de Valencia.
Como bien se dice en la obra de José Mathias Escribano, este era elcamino vie­jo, verdadero y derecho” ,ya que era el que llevaba a las distintas aduanas, donde los arrieros de­bían de abonar los derechos de paso, por lo que los más osados utilizaron otros caminos como el de la llamada “Cañada de Carcelén”, evitando así el cotizar al estado. Si eran pillados se les re­quisaba la mercancía. Pese á todo, no debía ser esto infrecuente, ya que en el Archivo Histórico Nacional, hay infinidad de pleitos contra los arrieros que eludieron el paso por esta aduana.
Iban siempre en numerosos grupos armados de arcabuces y otras armas; incluso se guardan pleitos contra varios vecinos de Ayora que, bajo las órdenes de un tal Laureano Ibar, fueron “…acusados de descaminar el Camino Real, eludir, dismar y pagar”, haciendo frente, incluso, al guardia de los intereses de la corona cuando trató de llevarlos al Camino Viejo para conducir­los a la aduana.
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Las comunicaciones con Alcalá del Júcar

Las comunicaciones de Alcalá del Júcar
Las referencias antiguas sobre la red de comunicaciones coinciden en denunciar las de­ficiencias de las mismas. Madoz, en el siglo pasado, nos dice que los caminos de la parte Norte eran llanos pero poco frecuentados, mientras que los del Sur eran ásperos y de herradura; las en­tradas del pueblo eran peligrosas e inaccesibles a los carruajes. También nos dice que el río solo era atravesable por el puente romano, ya que el camino conocido como Puerto Seco fue inutili­zado, siendo este camino el que servía de tránsito para Requena y otras villas.
Alcala del Jucar
Las carreteras o caminos vecinales que cruzan el término actualmente, vienen a enlazar con la carretera N-322, con dirección Valencia-Cordoba, que atraviesa nuestra comarca. Desde Albacete a Fuente Podrida (frontera con la provincia de Valencia) hay una distancia de 70 kms. Estos caminos vecinales o carreteras, construidas a base de piedra machacada en encajonamiento y después apisonada, están hoy modernizadas con riego asfáltico.

En lo que a nuestro término municipal se refiere, las vías que actualmente salen o llegan a él son:

–                       Alcalá del Júcar a Casas Ibáñez, por Las Eras, con una distancia de 14 kms.

–                        Alcalá del Júcar a Alpera, por Las Casas del Cerro, con un recorrido de 39 kms. Esta carretera tiene dos bifurcaciones que llevan a Aiatoz y Carcelén respectivamente.

–                        Alcalá del Júcar a Aiatoz, por un desvío de la carretera que lleva a Alpera, con un re­corrido de 21 kms.

–                        Alcalá del Júcar a Carcelén, por un desvío de la carretera que lleva a Alpera, con un total de 23 kms.

–                        Alcalá del Júcar a Alborea, por Zulema, con un recorrido de 10 kms.
–                        Alcalá del Júcar a Casas de Ves, por Zulema con un recorrido de 10 kms.

–                        Alcalá del Júcar a La Recueja, por la ermita de San Lorenzo y bordeando el río, con 12 kilómetros de longitud.

–                        Alcalá del Júcar a Villavaliente, por la aldea de Casas del Cerro, con 14 kms de re­corrido.

Además de estas carreteras, existen otras que comunican algunas aldeas entre sí o a las aldeas con la villa. Uña de ellas es la carretera entre Alcalá del Júcar y Tolosa, de aproximada­

mente 5 kms. y que bordea el río. La otra es la que partiendo de La Gila, conecta con la que se dirige desde el Cerro a Alpera. Hacia la aldea de Mariminguez no sale ninguna carretera, pu­diéndose acceder a ella tan solo por un camino vecinal que parte de Las Eras.
En lo que concierne a las comunicaciones por carretera, y para finalizar, hay que desta­car que en Alcalá del Júcar puede afirmarse que la comunicación con el exterior del término mu­nicipal alcanza hoy Un nivel muy elevados gracias a los vehículos particulares, ya que, las líneas de autobuses, hace tiempo que desaparecieron.
En cuanto a los autobuses, cabe citar que Alcalá del Júcar contaba con tres líneas regu­lares que pertenecían a otras tantas empresas. La primera línea, es la que se conocía popularmen­te como “La Gileña”. Este autobús partía en un principio de la aldea de La Gila pero, posterior­mente, salía de Carcelén para seguir por Alatoz, La Gila y Alcalá del Júcar; del pueblo se dirigía a Las Eras y Casas Ibañez y, tras pasar por Jorquera, volvía tras sus pasos para ir a Albacete. Es­te recorrido lo hacía a altas horas de la mañana, mientras que el recorrido contrario lo efectuaba al atardecer. Esta empresa de autobuses, debido a su recorrido, es la que se encargaba del trans­porte escolar para confluir en el Instituto de Bachillerato de Casas Ibañez.
Otra línea es la que llega a Albacete. Sale este autobús de Alcalá del Júcar y, bordeando el río, se dirige a La Recueja y Jorquera De ahí, se introduce en la llanura manchega para llegar a Bormate y tras pasar por Mahora, llegar a la capital de la provincia.
La tercera línea, era denominada “La Almanseña”. Este autobús, tras salir de Alcalá pa­saba por la aldea de Casas del Cerro y poco después recorría los pueblos de Viílavaliente y Alpera y terminaba su recorrido en Almansa, desde donde se podía conectar con el tren que se dirigía a Valencia o se cruzaba a otro autobús también con dirección a la capital del Turia.
También existió otra línea de autobuses que era conocida con el nombre de “La Cuba­na”. Este autobús, tras partir de Alcalá del Júcar, seguía por las aldeas de Las Eras y Zulema, pa­sando por Casas de Ves y Balsa de Ves, penetrando después en la provincia de Valencia por Cofrentes. De aquí seguía por Macastre y Torrente para finalizar su recorrido en la capital valencia­na. Como nota de interés, cabe decir que este autobús tenía su última párada en la “Posada de la Paja”, cerca de las Torres de Quart.
Pese a no tener parada en nuestro pueblo, siempre ha revestido especial importancia la línea conocida como La Requenense. Su parada más cercana siempre fue Casas Ibáñez, pero su importancia estriba en que es la que nos pone en contacto más rápidamente tanto con Albacete como con Valencia; en ambos casos, el recorrido se ha mantenido prácticamente idéntico hasta hoy en día Esta línea era, sin ningún género de dudas, “…una de las más importantes de Espa­ña en su ramo…” pues como dice una crónica de 1926 “…cuenta en la actualidad con unos veinte coches Automóviles dé la acreditada marca “Hispano Suiza”, todos muy cómodos y de gran capacidad, guiados por expertos conductores, pues antes de su ingreso son examinados escrupulosamente, lo que constituye una seguridad para el viajero”. Como bien dice esta mis­ma crónica, “Para venir desde la Capital, en los autos de la Requenense que salen hotel Francisquillo alas 8 déla mañana hasta Casas Ibáñez y desde este pueblo en otro auto, ó ca­rro del Correo.
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El Camino de La Vera Cruz en Alcalá del Júcar

La Vera Cruz a su paso por Alcalá del Júcar.
Relato de Valentín Linares para el blog entremontanas.

El Camino de La Vera Cruz en Alcalá del Júcar
El Camino de La Vera Cruz en Alcalá del Júcar

Parece ser que existió un viejo Camino de peregrinación, a través de los Pirineos, hasta la Ciudad Santa de Caravaca de la Cruz, y que este pasaba por Alcalá del Júcar. Hay hipótesis que señalen a la Orden del Temple como portadora del lignum crucis  desde su legendario origen en Jerusalén, coincidiendo seguramente con la sexta o séptima de las  Cruzadas, hasta Caravaca.
Es a partir de la existencia del Lignum Crucis en Caravaca de la Cruz cuando se van recuperando hechos que atestiguan la devoción a la Vera Cruz en esta parte de la península ibérica. Tambien hay clara referencia al desplazamiento de peregrinos desde partes lejanas hasta Caravaca, entonces tierra de frontera con el Islam. Además la aparición en el mismo siglo XIV, al parecer en 1384, del ritual del Baño del Agua, al que se le atribuyeron poderes milagrosos frente a adversidades de ámbito natural y frente a enfermedades.
En tercer lugar las Bulas de Clemente VII (1378-1394), desde Avignon, a favor de la Capilla de la Santa Cruz de Caravaca, deja clara y meridiana la realidad en aquellos momentos (1379, 1392) de la existencia de peregrinaciones. La presencia de los Caballeros de la  Orden de Santiago, custodios asimismo del Camino de Santiago, se convertiría a su vez en una garantía para quienes se atrevieran a peregrinar a Caravaca.
Una leyenda, que a día de hoy ya se ha constituido en tradición, establece que el Apóstol Santiago llegó a la Península Ibérica desembarcando en Cartagena (Murcia).
Se trata de una ruta que puede ser realizada en uno u otro de los sentidos. Bien partiendo del Camino de Santiago, ya sea Roncesvalles o Puente la Reina (Navarra) hacia Caravaca de la Cruz o, al contrario, llegar a Caravaca de la Cruz por El Camino de la Vera Cruz y desde allí partir hacia el Camino de Santiago, teniendo como objetivo Puente la Reina.
Puntos referentes:

  • En el antiguo Reino de Navarra: Puente la Reina (punto de partida o de encuentro en la ruta y Camino de Santiago), Artajona, Castejón y Tudela.
  • En el antiguo Reino de la Corona de Aragón:
    • Provincia de Zaragoza: Tarazona, Calatayud y Daroca;
    • Provincia de Teruel: Alfambra, Teruel y Libros.
  • En el antiguo Reino de Castilla:
    • Provincia de Albacete: Casas Ibáñez, Alcalá del Júcar,  Ontur y Hellín.
    • Provincia de Murcia: Calasparra y Caravaca de la Cruz.
    • Existe asimismo un camino que une Santiago de Compostela con Valencia, ya constatado en el siglo XVI y reflejado por Juan de Villuga, con el que se podría contactar en Utiel o Requena, ya cerca de Casas Ibañez.

De aquí se deduce que el Camino de La Vera Cruz pasaba por Alcalá del Júcar en dirección a Caravaca de La cruz ó, en sentido contrario, hacia el Camino de Santiago.
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